Ahí dejo otro escrito más para poder leer en algún momento que no haya tanta prisa.
LLAMADA AL CIELO
Noviembre llego y también el otoño, entre tantos temas
podemos hablar de crisis, de preferentes, de la bajada del paro. Pero la gente
sigue en la calle pasando penuria, no cambia la situación. Cada día son más los
impuestos que la sociedad paga en productos básicos y que solo parecen estar al
alcance de los que pueden. Hablo de los políticos, de los famosos trajes de alta costura, de los que van a esquiar a
Suiza, o los que se adjudican el dinero de los ERE… ¿seguimos?... o los famosos
whatsapp de unos políticos a otros, y que tanta repercusión mediática han
causado. Pero hoy no quiero hablar de política. Somos muchos los que debemos
vivir el día a día y no queremos enojarnos más sin necesidad.
Hoy quiero hacer una llamada al cielo, si señores, no
piensen que he perdido la cordura en tiempos de crisis. No, no. ¿Señores donde
está el teléfono del cielo? No el de Bárcenas o demás políticos, con eses
seguro que ni llego a comunicarme. Llegando al meollo de la cuestión. Llamo
para hablar con la abuela. Quería decirte que te echamos de menos, desde que te
fuiste, ya hizo 365 días. Demasiados rincones vacíos. Falta tu gracia e ironía.
Debo decir que no pude demostrarte todo lo que te quería. Pero querer en
silencio empieza a ser lo mío. Y ahora que no estas, me entran ganas de gritar
bien alto para ver si desde el cielo me escuchas. Creo que lo haces, porque a
veces el cielo se pone gris, oscurece, ennegrece como el azabache, y a veces
llueve. No pasa un día que no te eche en falta o estés en mi pensamiento. Abuela,
si sigues al teléfono, quiero decir: “te quiero”. He llegado hasta aquí, ha
sido duro para todos los que sabemos lo que es perder un ser querido. Cada día
me aferro a los buenos momentos que hemos pasado juntas y no dejo de recordar constantemente.
Tu reflejo me ha quedado presente en mami, en tus flores, en esos maceteros de
colores…todo eso que hacíamos juntas.
Creo que va siendo hora de colgar el teléfono del cielo y
despedirme. Solo puedo decir, “te quiere
tu niña, Abuelita”.